El apego no es ni más ni menos que la conducta instintiva que tenemos los humanos para formar un vínculo de amor, de protección con nuestra cría.
En muchas maternidades se está volviendo a los orígenes, es decir, a dar el bebé a la madre justo en el momento en el que sale del útero. Salvo que existan motivos médicos ineludibles, lo mejor para el bebé es ponerlo inmediatamente en el pecho de su madre. Ya habrá tiempo para limpiarlo, pesarlo, medirlo…Es más importante el afecto, el amor, el cariño que lucir impecablemente limpio.
El parto puede ser de dos maneras, natural o cesárea. En el caso de los naturales el bebé es puesto encima de la mamá inmediatamente. En la cesárea, la mamá deberá esperar entre una media hora y una hora más.Se ha comprobado que, aunque no sea la mamá,siendo en este caso el papá, el bebé recibe este acto de amor de bienvenida como algo favorable para su cerebro.
Primeros minutos decisivos
En cualquiera de los dos casos y si no hay complicaciones esos primeros minutos, horas, son importantísimos y decisivos. Ese sentimiento de apego, tan propio de los mamíferos y que los expertos han denominado «bonding», tiene un poderoso efecto tranquilizador sobre el bebé. El cambio de entorno, de un útero seguro, tranquilo, sin frío, sin hambre, pasa a un entorno donde no se siente ya tan a gusto. Sentir una voz que conoce, la de su madre (la lleva escuchando todo el embarazo) y sentirse abrazado y protegido, hará que todo sea mucho más fácil en su nueva vida, la que acaba de comenzar.
El contacto precoz ayuda al proceso temprano de interacción social, el recién nacido aprende a relacionarse con los demás en su primera y principal experiencia con el mundo de los estímulos humanos. Por otro lado, el tacto es el sentido de primera aparición en el desarrollo embrionario, siendo el primer medio de comunicación que posee el individuo para relacionarse con el medio ambiente, con todo lo que está más allá de la piel. Las primeras nociones que tiene el recién nacido son de carácter táctil, ello hace que el contacto piel a piel entre madre e hijo sea de extraordinaria importancia para el «apego», el reconocimiento mutuo, el intercambio afectivo emocional y para el éxito de la lactancia.
Desfavorablemente para muchas madres y para sus bebés, hay gente que opina que es mejor acostumbrar a los bebés desde el principio a dormirse solos en una cuna. Estas mujeres, generalmente sobrepasadas por el momento hormonal, por el cansancio, por la emoción, no siempre están lo suficientemente fuertes para decir que «no» y que lo que ellas desean es tener a su bebé en brazos el mayor tiempo posible. En algunas maternidades, por ejemplo, se da como opción que el bebé duerma en el nido desde el primer día con el pretexto, dicen, de que la mamá descanse. Desde el punto de vista de lograr un lactancia exitosa, si es que es lo que se decide, constituye una gran error alejarse del recién nacido. En tener a un recién nacido en brazos no hay excesos, cuanto más, mejor. Para todo.
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