Fiebre, hambre, calor, un pañal sucio… pueden hacer que el bebé se despierte por la noche. Esto es lo normal, lo que ya no es tan normal es que el bebé tenga dificultades para dormirse solo a partir de los seis meses, sufra frecuentes despertares nocturnos (de tres a quince veces sin que puede volver a dormirse sin ayuda), se despierte con cualquier ruido y duerma menos horas de lo que sería normal para su edad.
Las consecuencias del insomnio infantil saltan a la vista: irritabilidad y nerviosismo, casi siempre acompañados de llanto, posibles problemas de crecimiento, excesiva dependencia de quien lo cuida, etcétera, a lo que hay que sumar los síntomas de unos padres que tampoco descansan bien: agotamiento, sentimiento de culpa, sensación de estar haciéndolo mal, discusiones de pareja. ¿Qué hacer entonces?
Reducir el sueño bajo dos premisas: los padres han de mostrarse tranquilos, firmes y seguros de lo que hacen y siempre hacer lo mismo.
El bebé ha de asociar el sueño a una serie de elementos externos que permanezcan a su lado toda la noche: cuna, ositos, chupetes, etc.
Además, se puede:
Crear un rito alrededor de la acción de acostarse (cantar una canción, explicar un cuento), pero no para que el niño se duerma, sino para que la asocie con un momento agradable antes de iniciar el sueño solo.
Los padres deben salir de la habitación antes de que el niño se duerma. Si llora, deben entrar con pequeños intervalos de tiempo para darle confianza, sin hacer nada para que se duerma o se calle, hasta que el niño concilie el sueño solo.
El límite de los cinco años
Según los expertos, un niño que a los cinco años no ha superado su problema de insomnio tiene más posibilidades de padecer trastornos de sueño el resto de su vida que otro que duerma bien.
http://www.webconsultas.com/bebes-y-ninos/el-bebe/aprender-a-dormir/ni-duerme-ni-deja-dormir-2352
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